Familiar y poco convencional al mismo tiempo. Así es el carismático y enigmatico proyecto de la semana. El reconocido Nuevo Museo de Arte de Nueva York proyectado por la célebre firma de arquitectos japoneses Kazuyo Sejima y Ryue Nishizawa (mejor conocida como SANAA) en el año 2007.
Atractivo por su volumetría, el Nuevo Museo se compone de una serie de galerías y espacios de uso mixto sobrepuestos en prismas rectangulares, rompiendo así con la simetría, sin perder el balance y la armonía con su entorno.
Ubicado entre la calle 235 Bowery con Stanton y Rivington en Nueva York, el proyecto destaca por su morfología y relación abierta con la calle en el primer nivel, conservando la configuración de la edificación anterior en su apertura, amplios ventanales y portales que se abren de par en par a los transeúntes del sector.
Fotografías del Nuevo Museo durante su construcción en 2006.
Aunque resulta esbelto a la vista, esta estructura de ocho niveles cuenta con un complejo programa arquitectónico que sorprende en cada nivel por su correcto y diáfano manejo de la luz natural al interior, intensificado por un impecable manejo de los materiales, los cambios de alturas, terrazas y colores conferidos, lo que lo convierte sin duda en un clásico no tan clásico de la arquitectura.
El edificio en palabras de los arquitectos, siempre tuvo la intención de convertirse en un hogar para el arte, de ser una incubadora de las nuevas ideas de la ciudad y el libre pensamiento. Un monumento a la sencillez, la elegancia y la diversidad cultural.
Vista del museo desde el lobby y el 4to nivel.
Cuando el proyecto fue comisionado a Seijima y Nishizawa en 2002, tenían claro que el edificio debía tener una fuerte presencia urbana y convertirse en un aporte significativo para el panorama de la ciudad sin entrar en conflicto con la estética y la identidad urbana de la zona, además de contar con un programa arquitectónico flexible que le permitiera al staff del museo adaptarlo a necesidad.
A la izquierda fotografía de los arquitectos Kazuyo Sejima y Ryue Nishizawa; a la derecha detalle de la membrana envolvente del proyecto.
El reto principal fue el de otorgarle una estructura perimetral fuerte que les permitiera mantener el espacio interior abierto a cualquier posibilidad, después de varios años de trabajo, ensayos y errores lograron encontrar la configuración perfecta para cada uno de los volúmenes; así como el material indicado para las fachadas, una membrana hecha de aluminio fabricada en Japón especialmente para el edificio.
Vista de uno de los salones principales del museo.
Fotografías de algunas de las muestras itinerantes en exposición.
Han pasado 10 años desde que Seijima y Nishizawa finalizaron el proyecto y 7 años desde que recibieron el máximo grado honorifico al que puede aspirar un arquitecto; el premio Pritzker. Un edificio único, no solo por su singularidad; también por el valor agregado que género en la comunidad cambiando así, la vida de sus habitantes para siempre.
Para conocer más sobre este fantástico edificio, puedes consultar la página de estos talentosos arquitectos haciendo clic aquí.