La finalidad de una silla tiene como objetivo satisfacer la necesidad de asiento de una sola persona; Trascendiendo en su tipología formal para encarnar en todo tipo de cuerpos, si su creador así lo permite.
Como convención general suelen tener cuatro patas, algunas veces dos, tres o más… en algunos casos estas arquetípicas soluciones no son respetadas por la imaginación de su creador, otorgándole a este tipo de objetos, cualidades orgánicas que solemos percibir como manifestaciones literales y figurativas de algún incauto del reino animal.
Biodiversidad y magnetismo animal son dos de los conceptos que han definido el más reciente trabajo del diseñador Máximo Riera. Este español con alma de carpintero, es un artista auto-consagrado que abandono los quirófanos y el escalpelo, para moldear la materia con a la voluntad del serrucho, la gubia y el martillo.
Con más de 30 años de trayectoria artística y produciendo una amplia colección de pinturas, fotografías y esculturas. Riera, ha iniciado otra faceta más en su lista de exploraciones; Diseñando una pequeña pero creciente colección de sillas animales de numerosas especies, que oscilan entre diferentes mamíferos, moluscos y cetáceos.
Influenciado por el expresionismo abstracto y el arte pop, este artista y diseñador ha lanzado la segunda parte de su serie, titulada Rinoceronte, derivada del proyecto Octopus “un homenaje a la naturaleza y el reino animal”. En donde la personificación de un mundo salvaje, es transferida y sellada en la opacidad un mueble, transmitiendo por inercia al objeto su naturaleza y su fuerza animal.