En la historia de la innovación y de las invenciones es frecuente encontrar este tipo de rivalidades y dualidades, como Edison y Tesla e incluso en años recientes fuimos testigos de esta fuerza de la naturaleza humana en la competencia entre Steve de Jobs y Bill Gates.
Recapitulando la historia de esta fascinante invención que permeó el mercado de los estados unidos desde 1876. Se pude decir con certeza, que el padre de todos los amplificadores de voz, fue el micrófono líquido, el mismo que utilizó Bell para crear la bocina del primer teléfono y con la cuál pronunciaría la frase que lo inmortalizaría; “Señor Watson, venga que lo necesito”, las primeras palabras en ser transmitida a un receptor telefónico y que traería consigo una revolución en las comunicaciones (la misma que permitiría la invención de la radio) similar a la que vivimos hoy en día con la web 2.0 y las redes sociales.
¿Pero como funcionaba este dispositivo? —Se preguntarán.
El funcionamiento de este micrófono está basado en la ley de Ohm (La corriente de un circuito es el producto del voltaje sobre la resistencia).
El micrófono estaba compuesto por una taza de agua con una pequeña cantidad de ácido sulfúrico y una aguja. Al pasar las ondas producidas por la voz humana a través de la aguja, ésta vibraba sobre el agua, lo que obligaba a que la resistencia fluctuara y alterara la corriente. Para que funcionara correctamente, la resistencia debía variar sustancialmente en la corta distancia en que vibraba la aguja. El micrófono de Gray reemplazaba la aguja por una varilla, pero la aguja ayudaba a que la masa inercial se redujera.