El Tiempo en Deshora

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Envuelta de comentarios y expectativas por parte del público, el pasado 26 de febrero se presentó la película Deshora en el Teatro Adolfo Mejía dentro del marco de la edición 53 del Festival Internacional de Cine de Cartagena de Indias. Sentados en las hermosas sillas de terciopelo rojo desgastado, rodeados por tan monumental estructura y el pasado del lugar antes conocido como el Teatro Heredia, los espectadores pudieron asistir a la premier nacional de la película. Esta coproducción de Colombia, Argentina y Noruega, fue estrenada mundialmente en la edición 63 del Festival Internacional de cine de Berlín en la sección Panorama.

El paso de los años y la cotidianidad que conlleva, envolvieron en hojas de tabaco y techos viejos la relación de Ernesto (Luís Ziembrowski) y Helena (María Ucedo). Sin saber mucho de su pasado, cada personaje se presenta en sus labores diarias como dueños de una plantación en la provincia de Salta al noreste argentino. Mas allá de sus quehaceres, tanto de administrador como de ama de casa, su relación es retratada en el lugar más íntimo que pueden compartir: su habitación. La respiración, el sexo forzado y los diálogos cortos revelan una relación en decadencia. El tiempo de esta pareja se mide en los segundos que cada uno debe esperar para que el otro interactúe en su mínima expresión y la cámara es el único testigo que respeta pacientemente cada uno de estos segundos, pero que al mismo tiempo está atenta a un evento extraordinario.

Afortunados o no, un detonante llega a sus vidas. Joaquín (Alejandro Buitrago) sobrino de Helena busca refugio después de salir de un periodo de rehabilitación. André Bazin decía: «La película no se limita a conservarnos el objeto detenido en su instante (…) Por vez primera, la imagen de las cosas es también la de su duración: algo así como la momificación del cambio.» Pero en el caso de Deshora, es un cambio casi imperceptible. Por más que este personaje de 25 años llegue a la vida de esta pareja y desafíe sus más íntimos deseos, poniendo en duda su fidelidad, su orientación sexual y estabilidad cotidiana, las acciones se siguen midiendo por segundos. El tiempo fílmico se mantiene, porque en realidad los personajes no viven el presente. Cada uno mantiene un pasado y unas aspiraciones futuras que se apenas se asoman en la narración lo cual permite que la cámara se concentre en las acciones mínimas que ocurren dentro del plano sin pensar en editarlas para forzar la historia a un ritmo no necesario.

Para explicar porque llamó Deshora a su ópera prima, la directora argentina Bárbara Sarasola-Day, responde «Yo quería una sola palabra. Deshora es una palabra que se usa muy poco en castellano. En Salta todavía se usa comúnmente como adjetivo. Dice de alguien que está deshorado, no sólo porque no está en el momento indicado o llega tarde o a destiempo, sino que es alguien que tampoco está en el lugar en dónde debería estar, es alguien que no está habitando el presente y para mi es un poco lo que les pasa a los personajes que no están en donde piensan que deberían, sino que están en un limbo a mitad de camino».

Su respuesta lleva a pensar en las palabras de Suzuki que cita John Cage en su texto de 1944 Gracia y claridad: «Antes de estudiar Zen, los hombres son hombres y las montañas, montañas. Cuando se estudia zen, las cosas se vuelven confusas. Después de estudiar zen, los hombres son hombres y las montañas, montañas. ¿Cuál es la diferencia entre el antes y el después? No existe la diferencia. Sólo que los pies se separan del suelo ligeramente.»

En esta plantación, el tiempo se detiene y saborea a los personajes que lo habitan. Por más que Joaquín llegue a deshora, la condición natural de la pareja va a rechazarlo y no va a permitir que sus vidas se vean afectadas por su llegada.

Diana Salcedo

Comunicador social y periodista de la Universidad Jorge Tadeo Lozano. Periodista de la embajada alemana en Colombia. Director del programa radial Codigo Urbano de la UJTC y actual editor de la Revista Infinity Lab.