En los años 70 Abramović y Ulay, con quien mantuvo una intensa historia de amor, decidieron hacer un viaje espiritual, uno que daría fin a su relación. Ambos caminarían por la Gran Muralla China, comenzando cada uno por los extremos opuestos y encontrándose en el centro, abrazandose y no volviendo a verse nunca más.
Abramović concibió esta caminata en un sueño, y le proporcionó lo que para ella era un fin apropiado y romántico a una relación llena de misticismo, energía y atracción.
Bajo el marco de la retrospectiva de su obra en el MoMa de Nueva York (2010) Respondiendo al nombre de: The Artist is present´´ la artista compartía un minuto de silencio con cada extraño que se sentaba frente a ella. Ulay llegó sin que ella lo supiera… y esto fue lo que pasó.