Umberto Eco, en su libro “En el nombre de la rosa” narra el oficio de los monjes copistas, aquellos se dedicaban a pasar en una forma fiel el escrito original, incluso con imágenes y símbolos (Eco, 2005). La copia se realizaba en un scriptorium (Larrousse, 2023) lugar que estaba dedicado para esta labor, ya sea para tenerlos en la abadía, o enviarlos a bibliotecas de monasterios. El Abad, no solamente tenía el trabajo de vigilar la caligrafía, sino que además podrían traducir textos cuidando una versión equivalente a la original (Cardeña, 2023).
Esto da inicio al trasfondo del escritor para una narrativa sobre buscadores de versiones originales de los libros copiados, de la verdad detrás de la libertad de estilo, de la copia fiel al “Verbo” y las creencias religiosas, como el misterio detrás del oficio, creando el ambiente para una investigación policiaca de la baja Edad Media.
Retomando, los copistas, en la historia se describe el trabajo de los pictogramas hasta la escritura que conocemos hoy, ya sea para escribir sobre piedra, papel, pieles o papiros, pasando por las culturas de los egipcios, griegos, chinos y europeos, los cuales fueron un importante aporte al conocimiento, al dedicar su vida a la reproducción de escritos; escritos que por estos días hacen parte de bibliotecas o museos de todo el mundo a la memoria de la humanidad, haciendo que la copia de estos documentos permanezca como una obra de arte.
Luego la llegada de la imprenta por Gutenberg (Entre 1436 y 1450) hace que este oficio se relegue de manera gradual, su copia más conocida es la Biblia “Se tardó alrededor de tres años en imprimirla, y se cree que se emplearon cuatro prensas funcionando simultáneamente, seis tipógrafos y una docena de prenseros” (Luzón, 2021). El avance de la copia de documentos ha conllevado también a una serie de requisitos sobre la masificación de la reproducción, evitando la piratería, y en los casos de las citas a otros autores se coloca la fuente respectiva, depende además de los requisitos de cada editorial o comunidad académica.
Es por ello, que los museos han restringido la copia de sus obras en exposición, aumentado los requisitos para la autenticación con tecnología y expertos; una historia que nos acerca a esta realidad es la del pintor Van Meegeren (Soncín, 2020), quién estafó a los nazis alemanes al venderles obras suyas como obras originales de Vermeer, las cuales fueron verificadas como originales por expertos de la época. Cuando los alemanes perdieron la guerra, las obras fueron recuperadas y el pintor fue judicializado por ser un presunto colaborador del régimen. Después de un complicado juicio, aceptó los cargos por falsificación, recibiendo una pena mínima de prisión para fallecer de manera natural dos semanas después. Se considera que Van Meegeren recolectó millones de dólares en efectivo y bienes raíces (Breton, 2014).
Por el contrario, el oficio del copismo se conserva hasta la fecha, y es bien visto por los pintores en la actualidad, ya que al tener la oportunidad de estar frente a una obra y reproducirla, tienen la oportunidad de mejorar su estilo y aprender de otros autores; esto requiere concentración, dedicación e interactuar de forma permanente con los colores, los trazos y el movimiento, así como un modelo de inspiración, “tal como lo hicieron en su momento Eugène Delacroix o Henri Matisse” (Bauwens, 2019).
En París, en el Museo del Louvre, ser copista es un privilegio de los grandes artistas que han recorrido sus salas, desde la apertura del museo en 1793, en 1855 los artistas podían establecerse allí y dedicar días enteros a copiar las obras de su predilección, “Paul Cézanne dijo una vez que «el Louvre es el libro del que aprendemos a leer». De hecho, ya en el siglo XV, cuando el artista italiano Cennino Cennini escribió su manual de artista, El Libro de Arte, esta tarea se ha considerado esencial para el crecimiento artístico” (Palacio, 2018).
Según Séverine Sofio, este oficio integraba de manera significativa a las mujeres, que iba más allá de hacer porcelanas o pequeños objetos de arte, pero no por ello menos evidente, su exponente más importante fue Marie-Victoire Jaquotot (1772-1855), retratista y copista que trabajaba para la fábrica de Sèvres (Sofio, 2016).
Los más de 200 años de tradición en la copia significa que el espacio del arte es un espacio de los maestros del pasado para el aprendizaje de los maestros del presente, la observación y la técnica se aprenden en medio de un tiempo limitado.
El proceso para ingresar a hacer copia en uno de los museos más visitados y relevantes en el mundo es una travesía, Diego Parra, colombo francés, copista y pintor, relata este proceso. Su maestra en París en el año 2016, Andrea Dlouha, copista y pintora en el Louvre, le enseñó la técnica cuando inició clases particulares en su taller y a los 2 años de práctica estaba listo para presentarse de manera formal a realizar una copia en el Louvre.
Diego, bogotano de nacimiento, estudió artes plásticas en La Academia Superior de Artes de Bogotá, es actualmente la Facultad de Artes – ASAB de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas, y luego viaja a Burdeos a seguir esta carrera, después de 8 años viaja a París, allí conoce a Andrea por el interés de aprender las técnicas clásicas de pintura, y encontró a la mejor exponente en estos días, ella le relató que encontró en el Louvre el contacto directo con la obra, mejorar la técnica, la percepción de la obra en vivo. El pintor, luego de este tiempo, se contacta con Isabelle Vieilleville-Noury, directora de la oficina de copistas. Sobre esto, Bauwens enfatizó:
“Para ser admitido», prosigue Isabelle Vieilleville-Noury, «hay que demostrar el nivel de práctica artística, con documentos justificativos (dibujos preparatorios, acuarelas, etc.), antes de obtener el acuerdo del conservador», “Isabelle Vieilleville-Noury atiende cientos de solicitudes de copias, trimestre tras trimestre. La autorización para copiar se concede por tres meses, renovables (con condiciones) cada año para una obra de su elección, que, por supuesto, deberá colgarse en la sala.” (Bauwens, 2019).
El pintor relata que el proceso para copiar un cuadro en el Museo se inicia con el envío de un mail con la hoja de vida y una carta de motivación, escoger tres cuadros diferentes de las salas. Para ello, fue varias veces al museo, observó los cuadros y escogió un grupo de predilección, posterior a esto esperó varios meses a una respuesta con la aceptación. Finalmente, llega el correo electrónico con la aceptación, “el Louvre acepta entre 200 y 150 pintores al año” (Bauwens, 2019).
A continuación, es citado para la instalación con una tela nueva, el lienzo debe tener una diferencia de 5 cm de la obra original, la directora le explica la norma de copistas, el cuidado de los cuadros, la distancia entre la obra expuesta y el pintor con su caballete (el cual lo suministra el Museo), el tiempo de pintura. Posteriormente, coloca los sellos del Museo que lo autentica, son invisibles en el lienzo, otros son visibles en la madera que lo sostiene, y así se empieza a pintar la obra escogida, la primera del pintor Diego Parra es la de Louis Le Nain (1593 Laon-1648 Paris), llamada “la Forge” (1640), con más de 200 horas de trabajo. El pintor emprende una vez más la copia desde el mes de enero de 2023, con la obra “Le Moulin” (1751) François Boucher (1703-1770), en el museo más importante, en medio de las obras más icónicas de los años 5300 a. C.- 1848, con la mirada de los millones de visitantes que admiran el arte en todo el mundo.
A continuación, es citado para la instalación con una tela nueva, el lienzo debe tener una diferencia de 5 cm de la obra original, la directora le explica la norma de copistas, el cuidado de los cuadros, la distancia entre la obra expuesta y el pintor con su caballete (el cual lo suministra el Museo), el tiempo de pintura. Posteriormente, coloca los sellos del Museo que lo auténtica, son invisibles en el lienzo, otros son visibles en la madera que lo sostiene, y así se empieza a pintar la obra escogida, la primera del pintor Diego Parra es la de Louis Le Nain (1593 Laon-1648 París), llamada “la Forge” (1640), con más de 200 horas de trabajo. El pintor emprende una vez más la copia desde el mes de enero de 2023, con la obra “Le Moulin” (1751) François Boucher (1703-1770), en el museo más importante, en medio de las obras más icónicas de los años 5300 a. C.- 1848, con la mirada de los millones de visitantes que admiran el arte en todo el mundo.