“Con este premio yo, en todo caso, voy a seguir con mi política de nunca contestar el teléfono durante el fin de semana”.
— Alejandro Aravena.
La palabra arquitecto suele traer a la mente varias cosas, pero una de ellas es categórica: con frecuencia son costosos. En Latinoamérica se piensa que sólo las personas con mayores ingresos contratan un arquitecto, mientras que el resto de humanos recurren al papel y lápiz y hacen ellos mismos el trabajo. Por eso, no es descabellado comparar las cifras de pobreza de América Latina con los garabatos que dibuja un niño de dos años.
“Latinoamérica y sus ciudades tuvieron una respuesta pública que no alcanzó para que las viviendas fueran normales. Pero, antes que las viviendas, una de las cosas más graves es la dificultad de probar el derecho de propiedad, y el presentimiento de las personas que en cualquier momento puedan perder su casa hacen que sus recursos no puedan ir a dar al mejoramiento de la vivienda, y por eso la gente prefiere gastar su dinero en otras cosas, principalmente en muebles” dice al otro lado de la pantalla, con enérgico e inconfundible acento chileno, el arquitecto Alejandro Aravena, el cuarto latinoamericano en ganar el prestigioso premio Pritzker, el premio “Nobel” de la arquitectura mundial, y el arquitecto más joven que lo gana en solitario, (Pues si bien el arquitecto japonés RyueNishizawa lo obtuvo a los 44 años, lo recibió junto con su compatriota KasuyoSejima, quien tenía 54).
UNC Innovation Center Anacleto Angelini 2014, San Joaquín Campus, Universidad Católica de Chile. © Fotografía de Nina Vidic.
“El Estado no alcanza a atender la informalidad, y la solución que ofrece consiste en reducir y alejar, es decir, al no tener los recursos suficientes se reduce el tamaño, se hacen pequeñas unidades de vivienda y se desplazan a donde el suelo cuesta muy poco, con pocos servicios y oportunidades, lejos de los centros de trabajo y salud y la red atención, sin la red de expectativa de mejoras de calidad de vida, que es la razón por la que la gente viaja a las principales ciudades” afirma Aravena.
Un arquitecto puede contribuir en superar la pobreza. La fórmula que Aravena propone es que los arquitectos coordinen fuerzas y canalicen fuerzas individuales. En Colombia, por ejemplo, existen constructoras hacen grandes negocios con las viviendas de interés social, y están los proyectos del Ministerio de Vivienda, con programas como “Mi casa ya”, y fundaciones como Un techo para mi país.
Tom Pritzker, presidente de la Fundación Hyatt (que entrega el premio Pritzker desde 1979), justificó el premio para este chileno santiaguino de la siguiente forma: “El jurado ha seleccionado un arquitecto que profundiza nuestra comprensión de lo que es realmente un gran diseño. Alejandro Aravena ha sido pionero en un tipo de práctica colaborativa que genera potentes obras arquitectónicas y también aborda algunos de los principales desafíos del siglo XXI. Su obra ofrece una oportunidad económica a los menos privilegiados, mitiga los efectos de los desastres naturales, reduce el consumo energético y proporciona espacios públicos acogedores. Innovador e inspirador, demuestra que la buena arquitectura puede mejorar la vida de las personas”.
Villa Verde Housing, Constitución, Chile, 2013. © Fotografías de Elemental Studio.
Infinity Lab (I.L.): ¿Qué significa este premio para su carrera profesional?
Alejandro Aravena (A.A.): Mejor, para qué quiero usar el poder de este premio, y la respuesta es: para ser más libres. De aquí para adelante, no hay nada escrito.
(I.L.): ¿Qué siente ser el arquitecto más joven que gana este premio?
(A.A.): Yo quiero transformar toda la energía que viene con este premio en tirar la piedra más lejos todavía. Siento que mi mejor obra aún está por venir. De hecho, la arquitectura es una carrera calmosa porque integra tantas cosas tan distintas que la madurez es nuestra mejor aliada.
(I.L.): ¿Por qué casi abandona la arquitectura?
(A.A.): Cuando volví de Venecia comencé a trabajar haciendo discotecas y bares de Bellavista (barrio de Santiago de Chile, Chile) que tenían diseño. No existían constructoras ni firmas que los hicieran. Pero un día trataron de estafarnos y me enfurecí de haber estudiado para que el trabajo fuera tan malo. Así que renuncié transitoriamente a la arquitectura y puse un bar. Se llamaba “El Bar Sin Nombre”. Funcionaba de noche, yo atendía el local. Era estar en otro planeta. Luego de dos años ya echaba de menos la arquitectura.
Después hubo un concurso para la capilla del campus San Joaquín de la Universidad Católica. La dibujé solo y me quedó buena, pero me descalificaron porque lo hice en un papel que no correspondía. Ni siquiera la miraron. Eso me dio rabia, y dije: “Voy a volver a esta cuestión”.
Collage Villa Verde Housing, Constitución, Chile, 2013. © Fotografías de Elemental Studio.
(I.L.) ¿Le preocupa que el premio cambie su percepción social?
(A.A.): Me preocupa que este premio, más que darme libertad, termine transformándose en una responsabilidad. El tiempo personal es un recurso valioso y escaso. Yo, en todo caso, voy a seguir con mi política de nunca contestar el teléfono durante el fin de semana.
La lista de premios y reconocimientos al trabajo de Alejandro Aravenatiene ahora un Pritzker en primer lugar, pero no ha sido el único premio en su carrera. Aravena, que estuvo becado durante toda su carrera por destacarse como un alumno excelente, recibió la medalla de arquitectura Erich Schelling (Alemania), el León de Plata en la Bienal de Arquitectura de Venecia, el premio Avonni a la innovación y el Marcus de arquitectura. Además, es miembro del Royal Institute of British Architects y se ha desempeñado como profesor visitante en Harvard y ha dado clases en el London School of Economics.
St. Edwards University, Austin, Texas, 2008. © Fotografía de Cristobal Palma.
Imagen interior St. Edwards University, Austin, Texas, 2008. © Fotografía de Cristobal Palma.
Imagen lateral derecha St. Edwards University, Austin, Texas, 2008. © Fotografía de Cristobal Palma.
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